(Artículo publicado por primera vez en mayo de 2008)
En tus hijos, cultiva primero su corazón, y luego su mente, que aprendan
y desarrollen el respeto por los demás. Sólo luego de eso comprenderán
para qué les sirven el dinero y las cosas materiales, y llegarán a ser
personas íntegras, independientes y autónomas.
No hay nada qué
hacer, debemos agradecer a Dios por quienes se cruzan en nuestras vidas,
nos muestran cosas que no siempre tomamos en cuenta y logramos
desarrollarnos como seres humanos. Esas cosas simples y sencillas suelen
ser, muchas veces, imperceptibles a primera vista, pero vienen cargadas
de verdad. He aquí algo para compartirles.
Reencontrar en
Internet a viejos conocidos, así estén lejos, saber de sus vidas,
reconocerlos, observarlos en fotos, conocer sus familias y su medio. Fue
así como me brotaron un par de ideas, al ver los derroteros que han
tomado; la mayoría ha tenido éxito en su vida desde las más diversas
perspectivas: profesional, intelectual, económica, social, religiosa,
física, familiar... hasta en la espiritual.
«Éxito», palabra
tan ambigua. Lo que es éxito para unos puede ser fracaso para otros.
Para mí, verbigracia, el éxito económico o el éxito profesional,
intelectual o social no es un «éxito», sino un paso, un escalón más para
el éxito integral.
El ser humano, desde el punto de vista de
la psicología vygotskiana, es, antes de nada y durante todo, un ente
social. Suscribo ese pensamiento. La sana idea individualista, para
quien la tenga en cuenta, puede darse siempre y cuando se interaccione
una individualidad con otras individualidades. Esta perspectiva nos
lleva a tomar en cuenta que nuestro «éxito» es tal en relación con los
demás, mientras se valore en comparación con otros éxitos o, lo más
usual, con los fracasos de otros, aparte de que usualmente se necesita
de otros para que se reconozca y se «socialice».
Una sociedad
basada en el éxito individual per se es una sociedad que atenta contra
sí misma. Para no perder la perspectiva, siempre trato de ir de lo menos
o lo más y, luego, de lo más a lo menos, usando casi simultáneamente
los métodos de análisis y síntesis. Así, de un caso personal —mío o
ajeno—, voy a lo social, y de rebote regreso a lo personal, aplicando mi
teoría a mi vida particular o a mis hijos.
Es así como, en ese
reconocimiento de mis amigos y conocidos de antaño, reflexioné sobre mi
familia y me atrevo a compartirles la recomendación con que comencé este
artículo y que hilo con otras a continuación.
En tus hijos,
cultiva primero su corazón, y luego su mente, que aprendan y desarrollen
el respeto por los demás. Sólo luego de eso comprenderán para qué les
sirven el dinero y las cosas materiales, y llegarán a ser personas
íntegras, independientes y autónomas.
No te atrevas a
fomentarles, como lo más importante, el culto por el cuerpo, por su
apariencia o por las posesiones materiales, porque es la guía
equivocada... Si los llevas por ese camino, no serán personas, sino
instrumentos de un sistema injusto: tendrán dinero y se verán bellos,
pero su vida no les pertenecerá, sino que pertenecerá a otros;
conseguirán músculos fuertes, bolsillos llenos y hasta mentes
«preparadas», pero vidas y corazones vacíos.
¡Que se esfuercen,
que compitan y que lleguen lejos! ¡Que ganen dinero! ¡Que consigan
éxitos... y muchos éxitos! Pero que siempre tengan en cuenta que lo que
hacen influye o tiene consecuencias en otras personas, y que deben hacer
lo posible para que esa influencia y esas consecuencias sean positivas.
¡No te dejes convencer por la farsa del confort y el consumismo!
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