miércoles, 20 de junio de 2018

Felipe IV de España: genealogía geografía

V
¿Qué hace quiteño a un quiteño? ¿Qué hace ecuatoriano a un ecuatoriano? ¿Qué hace guayaquileño a un guayaquileño?... ¿Qué hace español a un español?
He oído muchas veces que que se habla de «quiteños de cepa», de «guayaquileños de cepa», pero ¿qué significa ser «de cepa» o «de pura cepa»? Según el DLE:
depura cepa
1. loc.adj. Dicho de una personaAuténticacon los caracteres propios de una claseUn andaluz de pura cepa.
Algunas generaciones anteriores a la del actual rey de España y sus hermanas, las infantas, nacieron en España, pero no tenían un carácter propio del español: sangre española. Muchos hispanoamericanos tenemos más sangre española que el mismo rey de España, según se puede deducir del siguiente análisis.
El primer Borbón de la actual casa reinante que nació en España fue CARLOS III, ese señor cuya fealdad no pudo ser disimulada por ningún artista. Su padre, Felipe V, era francés, y fue el que llevó la sangre de los borbones a España luego de que hubiera sido gobernada durante 200 años por los Austrias... Su esposa era una italiana de origen materno alemán: Isabel María Farnese, princesa de Parma.
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Carlos III
CARLOS III, el primer Borbón nacido en territorio español pero de origen austro-italo-alemán, se casó con la alemana María Amelia de Sajonia, hija del rey de Polonia. El hijo que le sucedió como rey fue:
Carlos IV

CARLOS IV, que ya no nació en España, sino en Nápoles, en 1748. Éste se casó con su prima hermana María Luisa de Borbón-Parma, que había nacido en Parma (Italia). El que le sucedió en el trono ya nació en España.
Fernando VII
FERNANDO VII, nacido en Madrid en 1784. Sería la segunda generación de borbones nacida en España. Él es el que protagoniza la estrategia fidelista propuesta por la Junta Soberana del 10 de agosto de 1809, con la cual se emprendió el camino definitivo de la Independencia hispanoamericana. Se casó, entre otras, con su sobrina carnal y sobrina segunda (hija de su hermana la infanta María Isabela de Borbón y Borbón-Parma y de su primo hermano Francisco I de Borbón Dos Sicilias) María Cristina de Borbón Dos Sicilias y Borbón, que nació en Palermo y fue regente del Reino entre 1833 y 1840. Le sucedió:
Isabel II
ISABEL II, reina de España, nació en Madrid en 1830. Es la tercera generación de borbones nacida en España. Se casó con su primo hermano DOBLE (hijo de un hermano de su padre y de una hermana de su madre: todos primos entre ellos) Francisco de Asís de Borbón y Borbón Dos Sicilias, que había nacido en Aranjuez, lo mismo que su padre, aunque su madre y sus cuatro abuelos nacieron en Nápoles. Ellos fueron padres de:
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Alfonso XII
ALFONSO XII, nacido en Madrid en 1857, es la cuarta generación de borbones nacida en España. Se dice que, en realidad, su padre no fue el citado Francisco de Asís, sino un militar y aristócrata valenciano llamado Enrique Puigmoltó y Mayans, lo que daría a esta saga el sabor español que tanto necesitaba. Se casó con la princesa austriaca María Cristina de Hasburgo. Le sucedió su hijo póstumo:
Alfonso XIII
ALFONSO XIII, nacido en Madrid en 1886, pertenece a la quinta generación de borbones nacida en España. Fue rey de España hasta la llegada de la II República, en 1931. Se casó con la escocesa Victoria Eugenia von Battenberg y de Gran Bretaña, nieta de la famosa reina Victoria I, reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y emperatriz de la India, lo que vinculó a este monarca en parentescos cercanísimos con las más poderosas casas reales de ese momento, pues su esposa era prima hermana de Guillermo II de Prusia, emperador de Alemania; de Jorge V, rey de Inglaterra, y de la zarina de Todas las Rusias Aleksandra Fiódorovna Románova, esposa del zar Nicolás II de Rusia.
Juan de Borbón y Battenberg
JUAN DE BORBÓN Y BATTENBERG, infante de España y conde de Barcelona, que nació en Segovia en 1913. Es apenas las sexta generación de borbones nacida en España. Abdicó en favor de su hijo Juan Carlos en 1977. Se casó con su prima María de las Mercedes de Borbón Dos Sicilias y Borbón Dos Sicilias, hija de padre italiano y nieta por parte de madre de la infanta de España María Mercedes, hermana del citado rey Alfonso XII.
Juan Carlos I
JUAN CARLOS I, nació en Roma... Se casó con la princesa griega Sofía de Grecia y Hannover, hija de Pablo I, último rey de Grecia, y de la princesa alemana Federica de Hannover, tataranieta de la ya citada reina Victoria I de Gran Bretaña... Por cierto, Sofía nada tiene de griego en su sangre.
Felipe VI
FELIPE DE BORBÓN Y GRECIA, nacido en Madrid en 1968, actual rey de España con el nombre de Felipe VI. ¿Cuál es su ancestro nacido en España con origen netamente español más cercano? Resulta que ese ancestro le llega por medio de su madre, que desciende de María Teresa Martínez del Mazo y Velázquez, nacida en Madrid en 1648, nieta del pintor Diego Velázquez.
Eso sí, Felipe se casó con una mujer 100% española, por lo que sus hijas, la princesa de Asturias y la infanta, se podría decir que son «geográficamente» medio españolas.

El fin en sí de mi letanía no es cuestionar el derecho de Felipe VI a reinar ni nada por el estilo, porque muy acostumbrados estamos los republicanos a que baste con nacer en el territorio para que uno tenga todos los derechos de cualquier «cristiano viejo». El fin es hacer notar, sencillamente, que cualquiera de nosotros, los hispanoamericanos, tiene más sangre española que él corriendo por nuestras venas

Usted sabrá juzgar.

viernes, 15 de julio de 2016

El verdadero historiador

El verdadero historiador no añora el pasado: aprende de él y quiere transmitir su aprendizaje a los demás. Analiza los hechos del pasado, quiere comprenderlos y luego trata de explicarlos. Hace lo posible por no juzgarlos, sino que saca conclusiones tomando distancia de ellos. Sabe que su tiempo es el presente y que no puede incidir sobre lo que ya pasó.
Quien investiga la historia y añora el pasado se equivoca el momento de historiar: sus análisis no son objetivos, pues busca demostrar que «todo tiempo pasado fue mejor». Suele sentir que nació en un tiempo equivocado, lo que distorsiona su comprensión de los hechos, ya que, con su formación y sus conocimientos actuales, observa y juzga lo que ya fue como si pudiera ser aún... y muchas veces no considera los elementos negativos.
Y si llega a considerar las deficiencias de la vida en otros tiempos, es decir, los aspecto negativos, lo hace sientiéndose siempre como parte de la élite, como parte del grupo privilegiado que no sufrió o que sufrió muy poco esas deficiencias. Quisiera ser ser rey y no pastor, señor y no siervo, caballero y no labriego, conquistador y no conquistado, noble y no plebeyo, terrateniente y no huasipunguero, «gran cacao» y no peón.
El verdadero historiador se sabe y se acepta como producto de los hechos del pasado, no como una extensión de ellos, y tampoco anhela ser protagonista de uno. Puede ponerse en los zapatos de los protagonistas de la historia, que es necesario que lo haga, pero sabe que no es uno de ellos.
Hurgar la historia es una gran responsabilidad. Servirse de ella no es opción para quien se da cuenta de la influencia que sus descubrimientos y, más aún, sus interpretaciones pueden tener sobre el presente. La principal brújula del historiador es y tiene que ser la objetividad.

lunes, 23 de mayo de 2016

Produbanco y la banca ecuatoriana

No cabe duda: PRODUBANCO/PROMÉRICA... ¡es el peor banco de Ecuador! Burocracia privada al máximo. Ninguna oficina del Estado lo trata a uno como trata este banco.
Si uno va a una agencia a ingresar un reclamo, lo mandan a una ventanilla. En esa ventanilla no registran reclamos, así que la cajera, que no está en capacidad ni autorizada para emitir criterio alguno (en parte eso está bien), le dice a uno que vaya afuera, a unos teléfonos, pues los reclamos se ingresan por call-center. Yo quisiera hablar con alguien de carne y hueso, exponer mis dudas y mis molestias viendo a los ojos a la persona que corresponda. De todas formas, sigo la indicación de la señorita. Voy al teléfono para comunicarme con el call-center.
Desde el call-center, la señorita que me atiende tampoco puede darme respuestas, sólo escuchar lo que le digo e ingresar el reclamo. No me gusta eso. Le pregunto que cómo puedo hacer para hablar con alguien en persona, y me responde que vaya a una agencia. Entonces, entro de nuevo a la agencia, y una funcionaria me dice que... ¡ingrese mi reclamo por call-center!
Voy donde otra funcionaria: «¿Lo suyo es empresarial o personal?». Le digo que es personal. Me manda adonde otra funcionaria, que justo contesta el teléfono cuando llego. Una chica que direcciona a los clientes se me acerca y me dice que qué necesito. Le digo que no se preocupe, que esperaré que me atiendan. Insiste. Le cuento. Me dice que la señora Torres, que es a la que espero, no me podrá ayudar, pues ella no ingresa reclamos, que... ¡tengo que hacerlo por call-center!
Se acerca el guardia: «Por favor, señor, baje la voz porque incomoda a la señora, que está hablando por teléfono». ¡¿Y la incomodidad mía, que desde hace tres meses he tratado de arreglar problemas con mi tarjeta de crédito?! El típico cobro abusivo y sin autorización del cliente de seguros, los que se supone que DEBEN tener el consentimiento expreso del cliente por medio de una firma, según resoluciones de la Superintendencia de Bancos y Seguros (SBS).
¡Y los "oficiales de cuenta" no sirven para nada! Cuando dije que quiero hablar con mi oficial de cuenta, me dijeron que ella no podría hacer nada, que no podía atenderme. ¡¿De qué diablos sirven los oficiales de cuenta si no pueden atender a los clientes?! 
Luego de haber colgado mi reclamo en mi cuenta de Facebook, un amigo hizo que mi oficial de cuenta me llame. Ella... ¡vuelve a decirme que ingrese el reclamo por call-center! Le insisto que no lo voy a hacer, que quiero que alguien de carne y hueso me atienda, ¡y me dice que le mande un e-mail! Y todos repiten que «son las políticas del banco». Se deduce que «las políticas del banco» incluyen evitar el trato con el cliente..., a menos que venga a invertir.
Es como si el cliente que va a reclamar estuviera infectado con alguna enfermedad o como si fuera a agredir al funcionario bancario: debe mantenerse lo más alejado posible.
Es absurdo que un negocio (porque un banco es un negocio) no quiera tratar directamente con sus clientes. Todo lo hacen con un vidrio de por medio y a control remoto, por teléfono, por banca virtual. Esa «optimización» es una ofensa para el cliente, es una falta de respeto para quienes somos su razón de ser.
Los bancos optimizan sus procesos por medio de banca virtual o de atención telefónica. Es decir, USAN MENOS PERSONAL, lo que les implica grandes ahorros. El desarrollo de sistemas de atención remota no es gasto ni implica aumento de costos, ES UNA INVERSIÓN y disminuye costos. Entonces, ¿por qué nos aumentan las tarifas administrativas de todo? Ellos están cambiando su negocio específico por el de servicios bancarios, a pesar de que esos servicios cada día les cuestan menos.
Y ¿qué hacen la SBS, la Defensoría del Pueblo, la Superintendencia de Control del Poder del Mercado y otros organismos de regulación y control? Nada. Siguen, igual que hace 10 años, al servicio de la banca.
No hay quién defienda al ciudadano. Todos los beneficios y las prebendas son para los dueños del capital financiero. ¡Como siempre!

miércoles, 9 de mayo de 2012

Un domingo especial (dedicado a la Ceci)

Llega el Día de la Madre, y me parece conveniente compartir con ustedes este artículo que escribí en septiembre de 2007.

Este domingo fue muy especial.

Como muchos otros domingos, me levanté algo tarde, me duché y me puse una camiseta roja y salí a ver el periódico.

Después, como cualquier otro domingo, fui a ver a mi hijo y lo llevé a practicar con su patines y, ¡vaya sorpresa!, ¡cómo ha progresado en esta última semana! Para sus cinco años y medio, se maneja bastante bien... al menos para mí natural y paternalmente distorsionada visión de los niños de cinco y medio años de edad. Obviamente, esto nada tiene de especial: para cualquier padre, el mínimo progreso de su hijo es lo máximo.

Luego, regresamos a su casa y su madre nos sirvió para almorzar una excelente lasaña, situación de lo más común si tomamos en cuenta que es gran cocinera.

Pasada una sobremesa muy similar a la de anteriores domingos, compartí con el niño un poco de televisión e hicimos unos recortes.

Así como en muchas de las tardes dominicales del último año, me tocó ir a la oficina a concretar algunos asuntos pendientes que cierta sorpresa de la vida no nos dejó terminar antes.

De regreso a casa, pasadas las 9 de la noche, vi una película, al igual que cada domingo, y me senté a escribir estas líneas... que en nada se parecen a las escritas otros domingos, otros martes, otros jueves, lunes, viernes, sábados u otros miércoles. ¿Qué de especial tienen estas líneas, escritas en un día como cualquier otro?

48 horas antes de iniciar este domingo cualquiera, Cecilia, mi madre, murió, el día viernes 21 de septiembre, pasadas las 8 horas del día.

Este día fue especial porque estoy alegre, en paz... tranquilo. Como mi madre quiere que esté. Porque la Ceci era así: alegre, serena, tranquila; nos enseñó con el ejemplo a tener fe y a creer en el mundo; puso a Cristo en nuestro corazón y su palabra en nuestra boca; extendió su mano, no sólo cuando podía hacerlo, sino cada vez que se le presentaba la oportunidad; era una perdonadora compulsiva. En definitiva, la Ceci era una amante de la vida.

Por eso, me levanté como un día cualquiera y, sin pensar, me vestí de rojo y fui a jugar con mi Joaquín y tuve tiempo para reír y tuve ánimo para trabajar...

No por nada fui “su pucho”: el décimo de once hijos. Y no importa que haya sido su mimado, si cada uno de los otros diez fue tratado igual que yo a su debido tiempo, y la quiere igual y la siente igual y la llora igual y la festeja igual que yo.

Ese domingo fue muy especial: fue el primer domingo sin mi madre.

En memoria de Cecilia Miriam Dávila de Alvarado.
Quito, 4 de junio de 1934-Quito, 21 de septiembre de 2007

domingo, 22 de abril de 2012

Formación familiar

(Artículo publicado por primera vez en mayo de 2008)


En tus hijos, cultiva primero su corazón, y luego su mente, que aprendan y desarrollen el respeto por los demás. Sólo luego de eso comprenderán para qué les sirven el dinero y las cosas materiales, y llegarán a ser personas íntegras, independientes y autónomas.

No hay nada qué hacer, debemos agradecer a Dios por quienes se cruzan en nuestras vidas, nos muestran cosas que no siempre tomamos en cuenta y logramos desarrollarnos como seres humanos. Esas cosas simples y sencillas suelen ser, muchas veces, imperceptibles a primera vista, pero vienen cargadas de verdad. He aquí algo para compartirles.

Reencontrar en Internet a viejos conocidos, así estén lejos, saber de sus vidas, reconocerlos, observarlos en fotos, conocer sus familias y su medio. Fue así como me brotaron un par de ideas, al ver los derroteros que han tomado; la mayoría ha tenido éxito en su vida desde las más diversas perspectivas: profesional, intelectual, económica, social, religiosa, física, familiar... hasta en la espiritual.

«Éxito», palabra tan ambigua. Lo que es éxito para unos puede ser fracaso para otros. Para mí, verbigracia, el éxito económico o el éxito profesional, intelectual o social no es un «éxito», sino un paso, un escalón más para el éxito integral.

El ser humano, desde el punto de vista de la psicología vygotskiana, es, antes de nada y durante todo, un ente social. Suscribo ese pensamiento. La sana idea individualista, para quien la tenga en cuenta, puede darse siempre y cuando se interaccione una individualidad con otras individualidades. Esta perspectiva nos lleva a tomar en cuenta que nuestro «éxito» es tal en relación con los demás, mientras se valore en comparación con otros éxitos o, lo más usual, con los fracasos de otros, aparte de que usualmente se necesita de otros para que se reconozca y se «socialice».

Una sociedad basada en el éxito individual per se es una sociedad que atenta contra sí misma. Para no perder la perspectiva, siempre trato de ir de lo menos o lo más y, luego, de lo más a lo menos, usando casi simultáneamente los métodos de análisis y síntesis. Así, de un caso personal —mío o ajeno—, voy a lo social, y de rebote regreso a lo personal, aplicando mi teoría a mi vida particular o a mis hijos.

Es así como, en ese reconocimiento de mis amigos y conocidos de antaño, reflexioné sobre mi familia y me atrevo a compartirles la recomendación con que comencé este artículo y que hilo con otras a continuación.

En tus hijos, cultiva primero su corazón, y luego su mente, que aprendan y desarrollen el respeto por los demás. Sólo luego de eso comprenderán para qué les sirven el dinero y las cosas materiales, y llegarán a ser personas íntegras, independientes y autónomas.

No te atrevas a fomentarles, como lo más importante, el culto por el cuerpo, por su apariencia o por las posesiones materiales, porque es la guía equivocada... Si los llevas por ese camino, no serán personas, sino instrumentos de un sistema injusto: tendrán dinero y se verán bellos, pero su vida no les pertenecerá, sino que pertenecerá a otros; conseguirán músculos fuertes, bolsillos llenos y hasta mentes «preparadas», pero vidas y corazones vacíos.

¡Que se esfuercen, que compitan y que lleguen lejos! ¡Que ganen dinero! ¡Que consigan éxitos... y muchos éxitos! Pero que siempre tengan en cuenta que lo que hacen influye o tiene consecuencias en otras personas, y que deben hacer lo posible para que esa influencia y esas consecuencias sean positivas.

¡No te dejes convencer por la farsa del confort y el consumismo!

domingo, 15 de abril de 2012

Breve ensayo sobre la ignorancia

En un tono poco formal, escribí este «ensayo» en 2004. Me parece que mantiene su vigencia… ¿cierto? OJO: Se puede hablar aquí de relatividad cultural pero nunca de relatividad moral, que son dos cosas muy diferentes y que pertenecen a diferentes esferas del pensamiento humano.

 

Este es un tema del que me siento capaz de hablar a mis anchas, ya que he demostrado ser y me considero un ignorante a carta cabal. Tanto así es mi ignorancia, que en mi disertación no citaré bibliografía ni autores que hayan escrito o filosofado sobre el tema, pues ignoro si existen o no. Todo lo que aquí se consigna está basado en mis inexperiencias personales y los contactos que he tenido con otros ignorantes, que no sé si serán más o menos que yo.

 

ORÍGENES

La ignorancia se originó en Grecia (creo), cuando un señor, del que ignoro el nombre, dijo: “Yo sólo sé que nada sé”. 


UN DERECHO HUMANO
La ignorancia debería ser considerada como uno los derechos humanos, ya que es intrínseca al ser humano y sin ella no podría aprender las cosas que ignora.

UN VALOR AGREGADO
La ignorancia debería ser facturada a los políticos por parte de las masas, porque es un elemento del que se valen para conseguir sus metas. Mientras más ignorante es la gente, más votos se obtienen. Relación inversa entre conocimiento y cantidad de votos. 

EL JUSTIFICATIVO UNIVERSAL
«Lo siento, no lo sabía». 

IGNORANCIA ERUDITA  (o supina ignorancia)
Este es un tema un poquitín más delicado, pues incluye a todos aquellos que creen saber, pero esa sapiencia es base para su ignorancia. En este grupo se incluye todos aquellos leidos (sin tilde ni hiato) y estúdiados (con tilde esdrújula), que han pasado por universidades, se han fundido el seso y han conseguido o no títulos, pero esto les sirve para decir a los demás que son ignorantes.

La «ignorancia erudita» es propia de profesionaloides e intelectualoides que se atreven a gritar: «¡IGNORANTE!» al busetero que les lanza el carro, sin darse cuenta de que, con el epíteto emanado de sus estudiadas bocas, se justifica la ignorancia de quien la comete.

Es consumada, asimismo, por puristas de cualquier ciencia, sobre todo de las literarias, que no permiten otra razón para la inspiración si no es la inspiración misma. Ignoro el nombre de un escritor gallego que recibió el Premio Príncipe de Asturias (ignoro el año) al que se le acusaba, en cambio, de apoyar con su literatura per se a no sé qué dictador español, al no comprometerse como el resto de intelectuales que fueron desterrados. 

TODA literatura es comprometida: con la Literatura, con la conciencia, con la política, con lo social, con el amor, con el desamor… con la ignorancia y con un sin fin e ignorado número de inspiradores temas más.
Los puristas ignoran que la inspiración nace de cualquier hecho de la vida, no sólo de la literatura, de la que se piensan amos y señores.

También tenemos a los puristas de las ciencias sociales, en particular de la Economía (ya sean neoliberal o socialista del siglo XXI), los que tienen como axioma, como dogma y ley eterna cualquiera de sus revolucionarios criterios: «El mercado lo define todo, hasta el color de la piel», dicen unos; «Todo ya es de todos», dicen los otros. Tanto los primeros como los segundos no admiten posiciones intermedias; si alguien opta por un sincretismo, lo tachan de «tibio» o de «mediocre», sin darse cuenta de que la mediocridad anida en sus extremismos. 

SOBERBIA IGNORANCIA O supina ignorancia, está estrechamente ligada al tema anterior, y la engrosan los que dicen: «Si yo sé más que este ignorante», y por dentro piensan: «... por eso soy mejor».

CONOCIMIENTO = COMPRENSIÓN El nivel de comprensión a nuestros semejantes es inversamente proporcional a nuestra ignorancia, o al menos debiera serlo.

Mientras más aprendemos, sabemos y conocemos, más fácil se nos debiera hacer el entender a los demás. Debiera. Por ejemplo, si yo conozco la cultura musulmana, de dónde nació, por qué se origino y quién la fundó, en qué se basó, cuáles son sus diferentes ramas y sectas, etc., todo ese conocimiento debería hacer que yo comprenda (no que acepte) de mejor manera los hechos que suceden en Medio Oriente o los atentados en Occidente. No los aceptaré, pero sabré un poco mejor qué es lo que se cruza por la mente de esas personas en el momento en que actúan y me daré cuenta de que no son ignorantes, son diferentes… asesinos, sí, pero no ignorantes.

Si yo conozco las condiciones a las que los indios han sido sometidos por más de 500 años, la ignorancia a la que convenientemente se les condenó, la manera infrahumana en la que se les acostumbró a vivir, podré saber que no son «¡Indios puercos!», sino que son resultado de un proceso denigrante.

Si voy a la selva y resulto herido por la mordida de una serpiente, yo no sé cuál de las hierbas me ayudará a sanar. Es ese momento cuando puede ser uno de esos «indios ignorantes» el que me salve la vida… gracias a su sabiduría. Yo habría muerto, gracias a mi ignorancia, ¿cierto?

No puedo juzgar como bárbaros o asesinos a individuos que asesinaron y mataron en otras épocas, siguiendo las costumbres y fines de sus soberanos, pues ignoro los condicionamientos a los que la evolución social de su pueblo los sometía. Para, por lo menos, comprenderlos un poco, deberé hacer un ejercicio de humildad y aceptar que, a pesar de lo que estudie y lea, nunca voy a conocer de lleno todos esos condicionamientos, sus circunstancias… tan sólo haré un acercamiento.

El conocimiento y la ignorancia son relativos al tiempo y al espacio.

Podremos disminuir nuestra ignorancia a medida que vayamos aumentando nuestra voluntad de comprender a nuestros semejantes.

Notas sobre lenguaje: ¿Presidenta o presidente?

Este artículo fue escrito y publicado por primera vez en 2010, pero la vigencia (¿reincidencia?) de la difusión de un error sobre este tema hace que no esté de más publicarlo una vez más.



En los últimos años ha circulado en Internet un mensaje que pretende convencer, con argumentos ideológicos, que el sustantivo presidenta no es más que un «absurdo feminismo», producto de la corriente izquierdista que ha soplado los últimos tiempos en Latinoamérica, y hace además un análisis simplón que pretende ser gramatical y que no pasa de un apriorístico repaso a normas mal citadas.

En primer lugar, debe aclararse que las reivindicaciones de género, si bien han revolucionado al mundo, no son «de izquierda», sino que se han venido dando progresivamente desde hace más de 100 años, en relación directa con el afianzamiento de la incursión de la mujer en áreas que antiguamente eran sólo para varones. Doctora, psicóloga, arquitecta, médica…, cajera, son palabras que no tenían antes forma femenina, y hay algunas que, incluso, arañan hasta hoy nuestro tímpano cuando las escuchamos. Pero esto es sólo por la costumbre.

Pero este tipo de precisiones se deben hacer desde lo estrictamente técnico-gramatical. Así, podemos aportar que, entre las palabras conocidas como participios activos y que terminan en -nte, hay las que son adjetivos (cantante: que canta) y las que son sustantivos (cantante: persona que canta por profesión). El participio activo del verbo atacar es atacante; el de sufrir es sufriente, y el de presidir, presidente.

Entonces, como todo participio, la palabra presidente fue en un inicio sólo un adjetivo, que servía para expresar la cualidad del sujeto pero, con el paso del tiempo, se convirtió en sustantivo, es decir, en el sujeto mismo. Es así que al sustantivarse, o sea, al convertirse en sujeto, existe la posibilidad de que se le dé la característica morfológica propia del género, que es usualmente el cambio de la última letra, aunque dicho cambio no siempre sea de nuestro agrado (imagínense ¡«cantanta»!).

La evolución del lenguaje, de los lenguajes y de los idiomas hace que se incluyan o se excluyan términos, que se inventen o que muten palabras, y estas cuestiones no nacen de la normativa en sí ni del mero análisis gramatical, sino de las prácticas y los usos de la gente. Y fue la Real Academia Española la que, tomando en cuenta los usos y las necesidades de los hispanohablantes, la que incluyó el vocablo presidenta en su Diccionario… por medio del análisis gramatical y social y sin necesidad de haber recurrido a argumentos ideológicos.

Y debe quedar claro que una cosa que no es la Real Academia Española es ser izquierdista.

En conclusión, la palabra presidenta sí es correcta y está además incluida en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que, en su vigésima segunda edición de 2001, dice:
presidenta. f. Mujer que preside. || 2. f. presidente (|| cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc.). || 3. f. presidente (|| jefa del Estado). || 4. f. coloq. Mujer del presidente.
Por tanto, en cuestiones de lenguaje, de manera alguna podemos hacer caso a argumentos sin sustento técnico que no apelan más que a las pasiones ideológicas.



La abogada e historiadora ecuatoriana María Helena Barrera-Agarwal hace un análisis más amplio sobre lo antigua que es esta discusión:

Las raíces etimológicas del vocablo son indudables, no en vano aparecen ya, por ejemplo, en la edición de 1795 de la Gramática latina, de Juan de Iriarte. Ese análisis del tema, empero, puede ser más amplio y más profundo. ¿Por qué, exactamente, el rechazo de la voz presidenta no tiene fundamento dentro de la gramática castellana? Para responder a esa inquietud con algo de historia, vale la pena retrotraerse al año de 1787, cuando una controversia alcanza las páginas de dos periódicos madrileños. El origen de la disputa es la publicación de una noticia: el Rey ha autorizado la formación de la Junta de Damas de Honor y Mérito, adscrita a la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Doña María Josefa Pimentel y Téllez-Girón, Condesa de Benavente y Duquesa de Osuna, ha sido nombrada primera Presidenta de tal organismo.

Ese nombramiento es reportado el 10 de octubre de 1787, en el Diario curioso, erudito, económico y comercial, de Madrid. Días más tarde, ese medio publica una carta firmada con el pseudónimo «Blas Corcho». Corcho se escandaliza del uso de la voz presidenta, proponiendo argumentos inevitablemente similares a los de su colega crítico del siglo veintiuno: «Leyendo en el diario de 10 de este mes la palabra Presidenta, quedé suspenso y admirado a ver con terminación femenina a los participios de presente, que nos han quedado de la lengua latina; y aunque al pronto cuidé fuese yerro de imprenta, me cercioré de que no lo era».

Sarcásticamente, Corcho afirma que si el Diario acierta a rebatir su observación de modo apropiado, «desde entonces diremos que la comida es calienta, una nación muy valienta y otras cosas a éste modo». Cuatro días más tarde, el Diario publica un segmento de una carta, sin incluir el nombre de quien la envía. Esa misiva impugna los argumentos de Corcho de modo contundente: «No hay duda en que los participios de presente, y los adjetivos acabados en ente y en ante, como saliente entrante, no admiten en castellano terminación femenina acabada en a, pues la que tienen en e es común a los dos géneros; pero tampoco hay duda en que cuando pasan a ser sustantivos, suelen mudar la e en a, conforme a la índole de nuestra lengua, convirtiéndose aquellos adjetivos de una sola terminación, en sustantivos de dos, y perdiendo muchas veces la calidad de participios que en lo antiguo solían tener».

Tan clara explicación vale hoy, como entonces. Su autor insistiría en el tema en el Correo de Madrid, de noviembre de 1787, en dos entregas sustanciales publicadas bajo el sardónico pseudónimo «Gil Tapón de Alcornoque», al que luego añadiría «y Mazo». En 1805, esos textos aparecerían en el tomo final de la edición póstuma de sus obras completas, la Colección de obras en verso y prosa de D. Tomás de Iriarte. Era, pues, el famoso fabulista del Siglo de las Luces quien argumentaba en defensa de la voz presidenta. Lo certero de su comentario llevaría a incluir su razonamiento sobre el tema en diccionarios y tratados de gramática castellana.

Aún más importante, las razones que tenía Don Tomás para intervenir en el asunto no respondían a un simple prurito gramatical o a la aspiración de presentarse como un conocedor de la lengua. La intervención de Corcho implicaba un ataque subrepticio contra la Condesa de Benavente. Tal dama se había creado enemigos por su cultura y por su patronazgo de intelectuales y de artistas, como el propio Iriarte, Francisco de Goya y Leandro Fernández de Moratín. En 1896, su ingreso a la Sociedad Matritense, junto con Doña María Isidra Quintina de Guzmán y Lacerda, había sido activamente combatido; transformaba la naturaleza totalmente masculina que tal entidad había mantenido hasta entonces.


Su elevación al cargo de Presidenta de la Junta de Damas adscrita a la Sociedad Matritense, igual que la existencia misma de tal agrupación, causaba resquemor en no pocos sectores tradicionalistas. El insinuar la inherente naturaleza masculina del título arrogado implicaba insistir en esa oposición prudentemente, visto que la idea contaba con el beneplácito del Rey. En tal contexto, es fácil comprender que, con sus artículos, Iriarte confrontaba tanto el error gramatical como el prejuicio subyacente.


«Todos y todas»

Ahora bien, existe también la inquietud sobre qué tan recomendable es el uso, que resulta cansón y repetitivo, de «todos y todas», «ciudadanos y ciudadanas», etc.

En realidad, desde el punto de vista gramatical, nada de malo hay en esa aburrida y tediosa manera tan en boga en esas políticas hiperinclusivistas de dar a cada género su forma dentro del discurso.

Pero, desde el punto de vista lingüístico, la cosa cambia. La mismia Academia ya nos aclaró ese tema hace unos meses al hablarnos de la economía del lenguaje:
Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.

La mención explícita del femenino se justifica solo cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.

El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones.

Por lo tanto, si bien gramaticalmente no está mal, lingüísiticamente resulta innecesario el uso de los dos generos. En otras palabras, está bien dicho: «La presidenta de Argentina», pero resulta vano decir: «Los presidentes y presidentas de América». Es más apropiado decir: «Los presidentes de América».

Vemos, entonces, que alegar cuestiones ideológicas para el no uso del femenino está tan mal como apelar a argumentos ideológicos para insistir en el uso por demás cansón de las dos formas. Aún así, existen ámbitos como el del derecho en los que se hace necesaria la precisión de los dos géneros para evitar distorsiones o anfibologías.